Rosa Jijón
FASE DUE. 2020
Un selfie icónico, obligatorio para todo turista que se respete que viene a Roma, hoy con la COVID-19 adquiere otra dimensión. No la sustracción temporal y efímera del significado, ni la abstracción provocada entre el lugar y su historia, consecuencia final de las dinámicas del saqueo y mercantilización del turismo de masa, que se nutre de la extracción simbólica de valor. No aquella que Achille Mbembe en su último libro “Brutalisme” denomina regreso al animismo, en el cual el ego individual permanece en el centro y lo demás deviene en el objeto, y en el cual coteja el brutalismo arquitectónico con la transformación permanente y constante del mundo de lo humano y lo no humano.
Lo que emerge es la recuperación del signo auténtico, libre de la capa asfixiante que lo sumergía. La desaceleración que se contrapone a la velocidad del disfrute, del movimiento, del tráfico. La oportunidad de perderse en la ciudad sin multitudes. Un flâneur al revés para reivindicar su derecho a la ciudad.
Roma.